De
la hoguera habría de salir el hombre nuevo
En
el año 1964 se celebró por primera vez "la quema del hombre
viejo", un rito nuevo que entró a formar parte de la Semana
Santa del barrio de Puente del Ladrillo. Heliodoro Morales hizo un
relato de la primera vez que se realizó.
En
realidad el impulsor de dicho rito fue don Eduardo Arnau, sacerdote
que realizaba su labor pastoral, junto a don Heliodoro Morales, en
Alto del Rollo y en el Puente Ladrillo.
Los
chavales del barrio construían el "hombre viejo" con
ropaje vieja que rellenaban de paja. Terminada la tarea era colocado
el "hombre viejo" sobre una silla y ésta se ataba en lo
alto de un poste hincado en la tierra. Alrededor del mismo se ponían
todo lo "viejo" que sobraba en las casas.
Todo
se preparaba antes de celebrar la Vigilia Pascual, el Sábado Santo.
Una vez concluida la celebración cristiana, el "pueblo" se
dirigía al lugar con la pica del "hombre viejo". Con un
estricto ceremonial se encendía la hoguera. las llamas daban buena
cuenta del "hombre viejo que se resistía en su trono a ser
destruido por las llamas. Cuando caía del todo, los asistentes
rompían en cánticos , alzando los brazos como señal de que
comenzaba lo "nuevo". El jolgorio popular se alargaba
danzando y saltando sobre los rescoldos de la hoguera.
La
tradición se mantuvo hasta finales del siglo XX.
Con
motivo de la "quema del hombre viejo" , en el año 1990
algunos vecinos del barrio escribieron:
.....
Nuestra única
pretensión (siguiendo la línea habitual) era la de ofrecer nuevos
cauces y formas a nuestra gente, aportar a todo el engranaje de la
Semana Santa dimensiones integradoras, es decir, completar el
sentido religioso con una dinámica educativa, cultural,
comunitaria... Nos interesa la persona, con todos sus valores y
posibilidades. Es por esto por lo que no nos conformamos con lo
impuesto culturalmente. Y éste es el mismo móvil que nos permite no
quedarnos en una crítica neutral y pasiva de lo que existe, sino en
apostar porque entre nosotros florezca lo
nuevo.
Y
desde esta visión personalista no podemos negar la tradición ni las
tradiciones. Pero lo que sí podemos hacer legítimamente es
humanizar tales reseñas del pasado. Y humanizarlas significa
hacerlas propias del hombre, no de cualquiera, sino del hombre
concreto, del hombre real, del ser humano de Puente del Ladrillo, que
hoy , aprendiendo del ayer, continúa luchando por su dignidad y
soñando con un mundo mejor.....
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