sábado, 11 de abril de 2020

El "hombre viejo" para Paco Buitrago

MI REFLEXION EN TORNO AL RITO DE LA “QUEMA DEL HOMBRE VIEJO” EL SABADO SANTO EN PUENTE LADRILLO


Paco Buitrago


Hola a todos(as): ¿Qué tal os encontráis?; ¿cómo estáis viviendo este periodo de cuarentena debido a esta pandemia del coronavirus que nos ha sobrevenido sin pedirnos permiso? Espero que estéis bien y con el ánimo fuerte y esperanzado. Entre todos lo vamos a ir superando. Yo estoy bien y la mayoría de las personas cercanas también. Es verdad que conozco varias personas que están ingresadas por este virus y otras que han fallecido. Por algunas de ellas he rezado en algunos cementerios de nuestros pueblos de la zona de Alba. Descansen en paz y que sus familiares estén confortados.

Hace unos días me pidió Santiago padre que os enviara una pequeña reflexión en torno a mi vivencia y significado de este rito o gesto de quemar “el hombre viejo” en la noche del sábado santo en Puente Ladrillo. Aquí os va mi vivencia de este hecho.

Cuando escuché por primera vez y viví este hecho, capté la dimensión “sacramental” que tenía en el barrio. Era un “rito” enraizado en los orígenes de la comunidad humana y cristiana que vivía en Puente Ladrillo. Por ser fieles a esta tradición había que prepararlo y realizarlo con ilusión y esmero. Como tal, yo percibía que, sobre todo para los más pequeños, tenía un cierto carácter” mágico” y a la vez “sagrado”.
Recuerdo que esa primera vez para mí lo preparamos con los niños y los adolescentes de la parroquia y del barrio. Comenzamos antes del sábado. Fue en el descampado en el que hoy se encuentra el Parque “Tomás Bretón”. Recogimos tablas y maderas de los alrededores, ropas y telas viejas, incluso ruedas de coche ya usadas, etc. Y después de celebrar la Vigilia Pascual y en ella la Resurrección del Señor, nos trasladamos todos al lugar preparado.
Era una continuación de la alegría que los cristianos vivimos porque Jesús ha resucitado y vive entre nosotros. Lo acabábamos de celebrar en nuestro querido templo litúrgicamente. Era, pues, una noche de fiesta y de Luz para toda la humanidad y la creación y, por lo tanto, también para nosotros. Y en este ambiente festivo y popular, muy característico de nuestro barrio, prendimos el fuego. Se fue haciendo una gran hoguera. La fiesta estaba amenizada por la gaita y el tamboril de nuestro querido Rufo. Mientras el muñeco viejo que habíamos hecho se iba quemando, bailamos, cantamos y aplaudimos.
El vocablo “hombre viejo” es usado por San Pablo en varias de sus cartas en contraposición al “hombre nuevo”. San Pablo nos hace ver que la persona que ha sido bautizada (los primeros cristianos, en la primera época de la Iglesia, eran bautizados de adultos en esa Noche Santa tras un periodo serio de conocimiento y conversión), es una criatura nueva porque ha recibido la condición de hijo de Dios por la gracia del Espíritu Santo recibido en el bautismo.
Leemos en la carta de San Pablo a los Colosenses en el capítulo 3, versos del 9 al 12: “No os mintáis unos a otros. Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos”.

Veo reflejado en este texto una característica de Puente Ladrillo: su apertura y acogida a las personas, sin hacer diferencia entre ellas por sus características o condición social. Así lo he vivido yo y lo he descubierto en la historia del barrio y en sus vecinos. La población actual del barrio es muy diversa. Esto me parece a mí que aporta al barrio esta característica del “hombre nuevo” del que habla San Pablo. Para Cristo, el “Hombre Nuevo” que todos estamos llamados a ser todos somos iguales: hijos de Dios y hermanos.
Avanzando en el texto de la carta a los colosenses de San Pablo, leemos desde el verso 12 hasta el 15: “Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección. Y que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados, formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos”.
Estas palabras de San Pablo las veo reflejadas en mi experiencia y vida en mi paso por el barrio: la convivencia fraternal, los campamentos intergeneracionales, las acciones comunitarias, la fiesta y la alegría, la solidaridad, la acogida…Lo he visto de formas distintas en las sucesivas etapas en las que he vivido en el barrio; en la primera en que éramos menos y después en que la familia fue creciendo mucho. En este sentido me atrevo a afirmar que la comunidad humana y cristiana de Puente Ladrillo tiene bastantes parecidos con el “hombre nuevo” que nos trae Jesucristo. Todo lo contrario sería el “hombre viejo” que, por su resurrección, desaparece y se quema con la voluntad y el compromiso de los vecinos de ser buenas personas y buenos cristianos; en la vida y las tareas cotidianas vividas en común.

Esto que os intento transmitir queda mucho mejor expresado en la poesía tan querida de Doña Teresa Durán (Dª Tere) titulada: “Al Cristo Ferroviario”. Si la tenéis, os animo a que la leáis de nuevo y la recéis en estos días que se acercan. Nos imaginamos la hermosa talla que preside, junto a la Virgen de la Asunción, el templo del barrio. Os recuerdo sólo dos estrofas de esta poesía:

“Y que el Puente de Ladrillo
Siga como siempre hermano.
Cuando lloren unos ojos
Ver a los otros llorando.
Cuando se cante flamenco,
Ver a los demás cantando.
Así se te quitarán,
¡Mi Jesucristo, tus clavos!”


Un abrazo.
Paco Buitrago.


No hay comentarios:

Publicar un comentario