MI REFLEXION EN TORNO AL RITO DE LA “QUEMA DEL HOMBRE VIEJO” EL SABADO SANTO EN PUENTE LADRILLO
Paco Buitrago
Hola a todos(as):
¿Qué tal os encontráis?; ¿cómo estáis viviendo este periodo de
cuarentena debido a esta pandemia del coronavirus que nos ha
sobrevenido sin pedirnos permiso? Espero que estéis bien y con el
ánimo fuerte y esperanzado. Entre todos lo vamos a ir superando. Yo
estoy bien y la mayoría de las personas cercanas también. Es verdad
que conozco varias personas que están ingresadas por este virus y
otras que han fallecido. Por algunas de ellas he rezado en algunos
cementerios de nuestros pueblos de la zona de Alba. Descansen en paz
y que sus familiares estén confortados.
Hace unos días me
pidió Santiago padre que os enviara una pequeña reflexión en
torno a mi vivencia y significado de este rito o gesto de quemar “el
hombre viejo” en la noche del sábado santo en Puente Ladrillo.
Aquí os va mi vivencia de este hecho.
Cuando escuché por
primera vez y viví este hecho, capté la dimensión “sacramental”
que tenía en el barrio. Era un “rito” enraizado en los orígenes
de la comunidad humana y cristiana que vivía en Puente Ladrillo. Por
ser fieles a esta tradición había que prepararlo y realizarlo con
ilusión y esmero. Como tal, yo percibía que, sobre todo para los
más pequeños, tenía un cierto carácter” mágico” y a la vez
“sagrado”.
Recuerdo que esa
primera vez para mí lo preparamos con los niños y los adolescentes
de la parroquia y del barrio. Comenzamos antes del sábado. Fue en el
descampado en el que hoy se encuentra el Parque “Tomás Bretón”.
Recogimos tablas y maderas de los alrededores, ropas y telas viejas,
incluso ruedas de coche ya usadas, etc. Y después de celebrar la
Vigilia Pascual y en ella la Resurrección del Señor, nos
trasladamos todos al lugar preparado.
Era una continuación
de la alegría que los cristianos vivimos porque Jesús ha resucitado
y vive entre nosotros. Lo acabábamos de celebrar en nuestro querido
templo litúrgicamente. Era, pues, una noche de fiesta y de Luz para
toda la humanidad y la creación y, por lo tanto, también para
nosotros. Y en este ambiente festivo y popular, muy característico
de nuestro barrio, prendimos el fuego. Se fue haciendo una gran
hoguera. La fiesta estaba amenizada por la gaita y el tamboril de
nuestro querido Rufo. Mientras el muñeco viejo que habíamos hecho
se iba quemando, bailamos, cantamos y aplaudimos.
El vocablo “hombre
viejo” es usado por San Pablo en varias de sus cartas en
contraposición al “hombre nuevo”. San Pablo nos hace ver que la
persona que ha sido bautizada (los primeros cristianos, en la primera
época de la Iglesia, eran bautizados de adultos en esa Noche Santa
tras un periodo serio de conocimiento y conversión), es una criatura
nueva porque ha recibido la condición de hijo de Dios por la gracia
del Espíritu Santo recibido en el bautismo.
Leemos en la carta
de San Pablo a los Colosenses en el capítulo 3, versos del 9 al 12:
“No os mintáis unos a otros. Despojaos del hombre viejo con sus
obras, y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta
alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador,
donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión;
bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en
todos”.
Veo reflejado en
este texto una característica de Puente Ladrillo: su apertura y
acogida a las personas, sin hacer diferencia entre ellas por sus
características o condición social. Así lo he vivido yo y lo he
descubierto en la historia del barrio y en sus vecinos. La población
actual del barrio es muy diversa. Esto me parece a mí que aporta al
barrio esta característica del “hombre nuevo” del que habla San
Pablo. Para Cristo, el “Hombre Nuevo” que todos estamos llamados
a ser todos somos iguales: hijos de Dios y hermanos.
Avanzando en el
texto de la carta a los colosenses de San Pablo, leemos desde el
verso 12 hasta el 15: “Revestíos, pues, como elegidos de Dios,
santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad,
mansedumbre, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente,
si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó,
perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos
del amor, que es el vínculo de la perfección. Y que la paz de
Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados,
formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos”.
Estas palabras de
San Pablo las veo reflejadas en mi experiencia y vida en mi paso por
el barrio: la convivencia fraternal, los campamentos
intergeneracionales, las acciones comunitarias, la fiesta y la
alegría, la solidaridad, la acogida…Lo he visto de formas
distintas en las sucesivas etapas en las que he vivido en el barrio;
en la primera en que éramos menos y después en que la familia fue
creciendo mucho. En este sentido me atrevo a afirmar que la comunidad
humana y cristiana de Puente Ladrillo tiene bastantes parecidos con
el “hombre nuevo” que nos trae Jesucristo. Todo lo contrario
sería el “hombre viejo” que, por su resurrección, desaparece y
se quema con la voluntad y el compromiso de los vecinos de ser buenas
personas y buenos cristianos; en la vida y las tareas cotidianas
vividas en común.
Esto que os intento
transmitir queda mucho mejor expresado en la poesía tan querida de
Doña Teresa Durán (Dª Tere) titulada: “Al Cristo Ferroviario”.
Si la tenéis, os animo a que la leáis de nuevo y la recéis en
estos días que se acercan. Nos imaginamos la hermosa talla que
preside, junto a la Virgen de la Asunción, el templo del barrio. Os
recuerdo sólo dos estrofas de esta poesía:
“Y que
el Puente de Ladrillo
Siga como
siempre hermano.
Cuando
lloren unos ojos
Ver a los
otros llorando.
Cuando se
cante flamenco,
Ver a los
demás cantando.
Así se te
quitarán,
¡Mi
Jesucristo, tus clavos!”
Un abrazo.
Paco Buitrago.
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