Han pasado ya algunos días desde que me comunicaron que te habías apeado del tren. Harta pena cáusome. En el desorden del disco duro de mi memoria se hallan destartalados algunos de mis recuerdos, entre los cuales se encuentran, en lugar siempre visibles, inmensidad de billetes sin precio, todos de primera clase, que recuerdan los muchos trenes en los que viajamos juntos. Trenes de esfuerzo, de sacrificios, de lucha, de valentía, de empeño, de fracasos, de generar ilusiones.
Todo comenzó una tarde de un domingo de los primeros años de la década de los ochenta. El barrio de Puente de Ladrillo se hallaba sumido en una serie de batallas sociales, culturales y económicas:
- Fuerte emigración de familias.
- Un plan urbanístico lleno de ávidos especuladores que pretendían eliminarnos.
- Una Iglesia oficial al margen de la lucha de los vecinos y vecinas (por primera vez la Iglesia del barrio estuvo cerrada.
- Un movimiento asociativo fuerte y comprometido socialmente.
- Unas personas anónimas de la ciudad que se comprometieron a luchar codo a codo con vecinos y vecinas para conseguir unos servicios públicos.
- Incremento del paro.
- El problema de la vivienda...
Por aquellos tiempos se encontraba, ejerciendo como maestro nacional en el Grupo Escolar de Niños del barrio, Pepe Bueno, que también era sacerdote del Aspirantado Maestro Ávila y "jefe" de la Hoac. Muy identificado con la clase trabajadora. Tanto como maestro, como sacerdote, se encarnó en el vecindario para luchar conjuntamente por los derechos de los trabajadores y de los ciudadanos. El citado día de la semana se presentaron en mi casa Pepe Bueno, Domingo (Sacerdote) y Antonio. Con anterioridad al encuentro Pepe Bueno me había informado, sin ayuda de Pegasus, de que Antonio era buena persona y podía ser muy valiosa su presencia como sacerdote en el barrio. En la reunión hubo sinceridad en las palabras, y las propuestas se expusieron sin condiciones. Se plantearon seis supuestos:
- Que la Iglesia realizase su labor pastoral sin contar con el vecindario (tal y como había sucedido en los últimos años de la década de los 70.
- Que trabajásemos conjuntamente Iglesia, Asociación de Vecinos y vecindario, utilizando el Centro Social del Barrio como lugar de encuentro.
- Que la Asociación de Vecinos no contase con la Iglesia.
- Rescatar el Centro Social del Barrio.
- Respetar la dinámica participativa vecinal que habían aportado, con la oposición de la Iglesia salmantina, los Salesianos Cosme Robledo y Jesús Arambarri, y el propio Pepe Bueno.
- Reconocer la labor pastoral de José Manuel Romo en el barrio, como sacerdote compañero de Eduardo Arnau, auténtico promotor de la construcción de la Iglesia del barrio.
Hemos compartido muchos amaneceres y muchos atardeceres , disfrutando del esfuerzo , de los fracasos, de la lucha, de los proyectos. Nunca había lugar para celebrar la victoria o la derrota, que de todo había. Tras una breve revisión, siempre había una nueva propuesta, un nuevo reto, un nuevo objetivo. Un nuevo tren de la amistad se ponía en marcha, todo él envuelto en vapor y humo convertidos en alegría.
Las vidrieras, la guardería, el Centro Social, los campamentos, los talleres veraniegos, el pórtico de la Iglesia, el coro, el folclore, las revistas y otros, fueron trenes de amistad, en los que siempre había personal especializado que se ofrecía, altruistamente, para conducir el tren que iniciaba la marcha: Los H-70, los Mayalde, Ricardo, Vicente, el señor Cenzual, Rufo, Chani, Juani, Poli, Conchi, Rosa, Cipri, Emilio, Carlos Adame, Emilio, Fernando, Pedro (Ciudad Jardín).. y muchísimos más, nos ayudaron a conseguir que la mayoría de los trenes llegaran a buen término. Todos ellos, desde el anonimato, merecen disfrutar y compartir el premio de la solidaridad de este barrio. Sin su participación muchos de los trenes de la amistad hubieran descarrilado.
Nuevamente quiero expresarte mi
opinión sobre tu cese como Amigo del
barrio de Puente Ladrillo. Sigo pensando que la Jerarquía Eclesiástica se
comportó irrespetuosamente con el vecindario del barrio . Tu cese como Párroco
de Santa María de la Asunción fue una auténtica cabildada. Y para mayor muestra
de abuso injustificado de los responsables eclesiásticos, te mandaron a
Arabayona..¿Como premio o como castigo?. Al igual que Pedro y los cánticos del
gallo negaron al Jefe, también algunos optamos por una cómoda postura,
renegando de la defensa que, en justicia, eras merecedor.
Ya sabes que la Iglesia y alrededores se llenó de personas que querían estar a tu lado. José Andrés y Tomás junto con Paco y un ejército de voluntarios organizaron con precisión el desarrollo de la ceremonia. Ejemplar fue la presencia y participación del señor Carbayo, Alcalde de Salamanca, que prefirió estar de pie entre los vecinos renunciando a un lugar privilegiado. Pilar de los Mayalde, Vicente, y todos los vecinos y vecinas del barrio aguantaron, en silencio, las incomodidades derivadas de que el templo quedó pequeño para acoger a tantas personas. El nuevo señor Obispo de Salamanca leyó un montón de folios, que en algún momento pensé que los había sacado de la Wikipedia. El que sea abulense no garantiza ser un discípulo de la Santa y San Juan de la Cruz. Con lo fácil que es hablar con el corazón y desde el corazón.
Ha pocos meses, me acerqué hasta
Aldealengua. Iba, como tantas veces, dispuesto a "echar un parlao" y
disfrutar de tu permanente sonrisa que nos regalabas en todas las conversaciones.
Te hallé orando, frente a tu hermosa
creación, sólo, sin fórmulas, sin vestimentas, como se habla con un amigo. Tras
muchas reflexiones que habíamos compartido, supe que junto a Dios estabas
haciendo el camino. Te dejé a solas con tu Amigo, en la intimidad del silencio
y ,como testigos, los frutos de tu esfuerzo y de tu amor.
Fray Luis de León nos presta su amistad a través de un fragmento de una de sus creaciones poéticas más salmantina.
Vivir quiero conmigo,gozar quiero del bien que debo al cielo,a solas, sin testigo,libre de amor, de celo,de odio, de esperanzas, de recelo.Del monte en la ladera,por mi mano plantado tengo un huerto,que con la primaverade bella flor cubiertoya muestra en esperanza el fruto cierto.
Santiago G. Velayos García
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