jueves, 15 de septiembre de 2022

LOS TRENES DE LA AMISTAD IV:

 Antonio Romo

A estas alturas de la vida, es mucha la pobreza de nuestra civilización. ¿Qué queda de las aportaciones que han hecho los sabios, los buenos, los trabajadores, los maestros y profesores, los padres, algunas asociaciones cuya finalidad es esta? ¿Dónde va a parar tanto dinero, tanto esfuerzo?

¿Será preciso que busquemos con lupa a un grupo de personas que todavía sean honradas, generosas y más eficaces para cambiar la pobreza para muchos en riqueza moderada para todos?

¿Por qué esta realidad de la persona humana, la convertimos en excepción, y señalamos con el dedo o encuadramos en un altar a las personas que por su condición y trabajo, se conocen un poco más que las que pasaron su vida en una amable o cruel oscuridad?

Así nos encontramos con casos como el del cura Antonio Romo que tenía en su casa a unos cuantos chavales de distintas procedencias, que acudía casi a diario al Hospital a visitar a unos cuantos enfermos con la bata blanca de enfermero, que a un grupo de personas asociadas del Barrio nos hizo celebrar la Cena Pascual en la casa de su hermana en Aldealengua, una originalidad de Antonio como otras más que salían a veces de su corazón o cerebrito generoso, alegre y original.

Que Antonio era buena persona es indudable, con sus aciertos y sus equívocos, con sus virtudes y sus defectos. Que se va a estampar en un libro el relato de su vida?. Vale también, pues quizá mucha gente quiera tener materializado su recuerdo. El mío ahí va si sirve para algo.

Yo estoy harta de escritos que sólo consisten en vana gloria. Lo importante siempre es aceptar todo lo que pasa a nuestro lado, asumirlo y transformarlo en bueno, en útil, en provechoso para la salud del cuerpo y del espíritu.

Antonio pasó de esta vida al Padre. No pudimos acompañarle en su muerte porque ya no vivía en el barrio, pero en la Misa-funeral celebrada en la Parroquia del Barrio estaban todos los curas de Salamanca, toda la gente que antes y ahora vive en Puente Ladrillo. El era santo como dice Pablo que somos los creyentes: asamblea santa, pueblo de reyes, pueblo sacerdotal, para bendecir al Señor. Me hubiera gustado conocerle un poco más. Pero ya le dije en la Misa-funeral: ¡Hasta pronto, Antonio!


Matilde Garzón Ruipérez


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