Antonio Romo
A estas
alturas de la vida, es mucha la pobreza de nuestra civilización. ¿Qué queda de
las aportaciones que han hecho los sabios, los buenos, los trabajadores, los
maestros y profesores, los padres, algunas asociaciones cuya finalidad es esta?
¿Dónde va a parar tanto dinero, tanto esfuerzo?
¿Será preciso
que busquemos con lupa a un grupo de personas que todavía sean honradas,
generosas y más eficaces para cambiar la pobreza para muchos en riqueza
moderada para todos?
¿Por qué esta
realidad de la persona humana, la convertimos en excepción, y señalamos con el
dedo o encuadramos en un altar a las personas que por su condición y trabajo,
se conocen un poco más que las que pasaron su vida en una amable o cruel
oscuridad?
Así nos
encontramos con casos como el del cura Antonio Romo que tenía en su casa a unos
cuantos chavales de distintas procedencias, que acudía casi a diario al
Hospital a visitar a unos cuantos enfermos con la bata blanca de enfermero, que
a un grupo de personas asociadas del Barrio nos hizo celebrar la Cena Pascual
en la casa de su hermana en Aldealengua, una originalidad de Antonio como otras
más que salían a veces de su corazón o cerebrito generoso, alegre y original.
Que Antonio
era buena persona es indudable, con sus aciertos y sus equívocos, con sus
virtudes y sus defectos. Que se va a estampar en un libro el relato de su vida?.
Vale también, pues quizá mucha gente quiera tener materializado su recuerdo. El
mío ahí va si sirve para algo.
Yo estoy
harta de escritos que sólo consisten en vana gloria. Lo importante siempre es
aceptar todo lo que pasa a nuestro lado, asumirlo y transformarlo en bueno, en
útil, en provechoso para la salud del cuerpo y del espíritu.
Antonio pasó
de esta vida al Padre. No pudimos acompañarle en su muerte porque ya no vivía
en el barrio, pero en la Misa-funeral celebrada en la Parroquia del Barrio
estaban todos los curas de Salamanca, toda la gente que antes y ahora vive en
Puente Ladrillo. El era santo como dice Pablo que somos los creyentes: asamblea
santa, pueblo de reyes, pueblo sacerdotal, para bendecir al Señor. Me hubiera
gustado conocerle un poco más. Pero ya le dije en la Misa-funeral: ¡Hasta
pronto, Antonio!
Matilde Garzón Ruipérez